sábado, 13 de septiembre de 2014

La diosa melancólica




Foto: Ramón Rubio Moreno.


Cibeles, la diosa a quien Apolo encomendó la protección de Madrid, tiene el porte arrogante de una antigua diosa, pero su cara refleja melancolía.
Carlos III encargó a Ventura Rodríguez el diseño de esta fuente, y fue Francisco Gutiérrez el encargado de esculpir a la diosa.
Cibeles, diosa de la Madre Tierra, de la fertilidad del campo, de las montañas y los animales, ha vivido por y para su sagrada misión, pero por alguna razón nunca sonríe.
Podría deberse a que no tuvo suerte en el amor.
Cibeles se enamoró locamente del joven Atis, pero este eligió a otra mujer para casarse.
Furiosa, la diosa privó a Atis de la razón, y este, enloquecido, se cortó sus órganos genitales muriendo desangrado.
Cibeles no quiso que desapareciera su amado, y le convirtió en pino, siendo desde entonces el dios de los bosques.
Los dioses mitológicos tienen en común la capacidad de lograr los prodigios y las hazañas más increíbles, pero casi nunca logran tener una vida sentimental razonablemente feliz.

A finales del siglo XIX, durante un frío invierno, un madrileño llamado Felipe Ducazcal se subió a la estatua de la diosa, la arropó con su capa y le dio un beso.
No fue el único episodio de este tipo, pues en varias ocasiones algunos madrileños le han protegido del frío con su capa, su abrigo o su bufanda.
Dicen que en esas ocasiones parecía que la diosa sonreía levemente.
Como también afirman que La Cibeles sonríe con los éxitos de un determinado equipo futbolístico.
¿Será verdad?




1 comentario:

Matilde dijo...

Nunca había puesto cara a la Cibeles. A partir de ahora la miraré de otra manera.

¡Buen día!